A veces confundimos suerte con esfuerzo,
imposibilidad con fracaso.
El horizonte es una cuchilla para los ojos
anclados en las grietas de los escudos,
en la batalla a la que tanto costó llegar
y de la que se regresa con el corazón arruinado.
Pero todo parto lleva consigo sangre
y termina con lágrimas y luz entretejidas,
porque la derrota es cicatriz, no tumba,
tristeza que va menguando con el olvido.
Volver a luchar, agotar otra estela,
y algún día, uno de tantos,
encontrar la victoria en la paz del camino.
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